En cualquier obra pictórica, a través de su técnica, su composición y su estilo, el autor expresa quiéralo o no, contenidos ideológicos, lo mismo en el orden social, cultural o espiritual, que en el orden religioso y político. Este aspecto puede reflejarse en el tema, pero, igualmente, y con frecuencia, ocurre así, en la forma. En realidad los diferentes estilos y escuelas pictóricas no son otra cosa que la expresión, el reflejo ideológico, de un tipo de forma social determinada, que a través de tendencias estilísticas y temáticas, nacen, evolucionan y se desarrollan. También mueren, desde luego, substituidas por una nueva época histórica que, en sus especificaciones y conceptos ideológicos, el artista de su tiempo recoge.
También existe lo contrario, o sea, el arte de la rebeldía o arte de protesta, que, desde luego, se proyecta en una forma ideológicamente antagónica al orden establecido en la sociedad en que la obra se crea. Y es , precisamente a través de este modo, en su estilo y su temática, como este tipo de pintura descubre sus rasgos y matices ideológicos.
El artista ya no se propone decir algo, sino producir formas artísticas que no explican nada, excepto su capacidad estética.
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