Ante las diferentes reproducciones del arte paleolítico, la primera pregunta que surge mentalmente en el que las contempla, es la siguiente: ¿Qué llevó al hombre, qué lo impulsó, en estadios tan obscuros de su existencia, a la creación de las obras de arte como las pinturas rupestres de las cuevas de Altamira- por ejemplo-, representaciones en las cuales sobresalen enormes bisontes agazapados o heridos, en un conjunto pictórico de acento trágico que a través de formas mágico-animalísticas, parece tratar de enfatizar la imagen del animal dominado? ¿Cuál es la razón y el objetivo de este arte?
Si, como hemos dicho anteriormente, en esta fase dura y difícil de la vida del hombre cavernícola, no es probable imaginar que prevaleciese en él otra imperiosa urgencia que la de subsistencia, es lógico suponer que todo girase en torno a la absoluta necesidad de alimento
De ese modo, tales dibujos y representaciones plásticas, que aparentan ser un arte de cazadores primitivos, no pueden obedecer a otra razón que la más íntimamente ligada al ansia de apresar al animal indómito y salvaje, de atraerlo por medio del recurso mágico de reproducir, en forma naturalista, casi exacta, la imagen deseada.
La representación pictórica, en tal caso, no era otra cosa que la trampa, o el cebo, que mostraba el anhelo ya conseguido, o sea, el animal que querían cazar, ya capturado.
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